domingo, 12 de abril de 2015

EL PULPO DE BADÍA SE QUEDÓ SIN TENTÁCULOS








Este Barça ha demostrado en los extremos sus formas esta temporada. Hemos visto partidos directamente malos, conceptual y tácticamente incomprensibles, alternados con partidos y momentos que han llegado a un nivel técnico y físico cumbre. Por verticalidad y pegada, con sus tres delanteros, han llegado a asustar a los rivales más temidos. Luis Enrique leyó bien la transición que suponen Neymar y Luis Suarez, sumado a el conocimiento que han adquirido los rivales con el juego más de área y matador de Messi, para adoptar una postura pragmática y competitiva que parece le sienta de maravilla. Con la necesidad de escapar del pensamiento único, reformula una sinergia de influencias conceptualmente y estéticamente más próximas a Louis Van Gaal o José Mourinho. Pero todos esos grandes momentos coinciden con un momento de vigor colectivo muy alto -principios de vuelta-. Como si esa premisa requiriese de esa vehemencia y empuje del própio Luis Enrique, que, con su viraje, huye de la atávica herencia del Barcelona moderno. Cuando esos picos han descendido, el equipo sufre más, y busca su naturaleza de seguridad controlando con juego más posicional (y visceral, al más puro estilo Guardiola), normalmente intentando introducir a Xavi y el pase corto y la no-búsqueda directa de portería habitual. Es como si el nuevo oficio resulte oficioso para sus juegadores aún.




Esa tendencia fue la que le permitió ayer dominar de forma abrumadora durante 35 minutos en el estadio más complicado -14 meses sin perder como local- y asfixiante de toda la liga. Y la vuelta al nuevo modelo Luis Enrique, no sabemos porqué, porque los dos goles y el control le aseguraban tener media liga en el bolsillo, le devolvió al Sevilla a su ecosistema más beneficioso. El de las idas y vueltas constantes. La segunda parte culé fue un misterio sin resolver si exceptuamos un motivo dual bipolar.  Si buscamos una explicación más futbolistica, Busquets sería clave. Durante el periodo que el Barça recordó al que le meció en sus primeros pasos -primeros 35 minutos- vivió siendo el dominador. La unión de las piezas y la altura de las mismas beneficia sus características. El Barcelona recordó al equipo autoritario que a partir del movimiento de balón y el juego ultra posicional crea ventajas tácticas que le servían el control en bandeja al "Pulpo de Badía". Involucrar a los medios y priorizar el pase corto eliminó las transiciones pero juntó piezas, y como llegaba muy arriba con el bloque entero, la opción de presionar tras pérdida quedaba patente. El Sevilla, asfixiado, sus salidas eran pobres, y el Busquets sostén, canalizador y agresivo se puso las botas. Entró en la maquina del tiempo por 35 minutos y fue feliz.



La segunda parte devolvió a la realidad al Barcelona, como si el gol de Banega hubiese aflorado sus más intrínsecas inseguridades. Dejaron de hacer lo que estaban haciendo. En el que más se notó fue en Leo. Cayó más al centro y más atrás, alterando el funcionamiento de los cuatro medios del equipo. Normalmente es él el que soluciona los desajustes o desventajas con su visión privilegiada, pero valga decir que esta vez, y sin que sirva de precedente fue él mismo quien desorganizó la base que hasta ese momento le dio el control absoluto con su tendencia. Ipso facto, Coke y Tremoulinas se erigieron en factores decisivos para el robo. Esa orden de Unai sometió a Luis Enrique. Entonces el Barça intentó recuperar insistentemente el control de la primera, pero se encontró con un Sevilla del todo discordante. Desde entonces los locales subieron líneas y comenzaron a salir a la contra con frecuencia, pues Busquets fue desprovisto del marco que le legitima como defensor. El pulpo de Badía se quedó sin tentáculos. Digamos que.. resuemiendo, Mascherano casa de manera más natural al sistema de Luis Enrique, que el modelo antiguo estaba hecho a imagen y semejanza de entre otros Busquets, que ya no encuentra su hábitat.



Debe añadirse también, con independencia del gol de Gameiro,  que Piqué no rindió a su nivel de las últimas jornadas. Y este Barcelona le necesita igual, o más, que las hazañas de Messi. En las acciones visuales no estuvo mal, aparentó la seguridad de la que hoy goza, pero erró donde él se hace fuerte, en la lectura de las jugadas más comprometidas. Quizá por lo sobrado que se siente abandonó demasiado pronto y demasiadas veces el carril central para caer a la derecha, lo cual cedió el control de la frontal y del área a Carlos Bacca, el delantero más portentoso de la nueva hornada sudamericana desde Falcao. Por así decirlo, Gerard hizo un buen partido pero abandonó su lugar. A este Barça solo lo afianza Piqué.






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