lunes, 16 de noviembre de 2015

EL INMORTAL DE ENTRE LOS MORTALES






Los años 90 fueron los de la resaca ochentera. Los de la mobida. Los de la caída del muro, los del inicio del poder capitalista norteamericano. Fue la década de despedida del siglo XX y del segundo milenio marcando un hito en tecnología, cultura y deporte. 

Internet, el motor del siglo XXI, asentaba sus pasos. En el mundo del deporte, los de Michael Jordan y Zinedine Zidane como autenticos estandartes deportivos por estética. 

En el fútbol, Sacci, reinventándose, descubrió nuevos límites en la presión y rompió los corsés y las líneas rígidas para marcar un antes y un después en el mundo del fútbol, defendiendo de medio campo para arriba. 

Van Gaal, un hombre trabajado y trabajante hasta la  propia extenuidad, se hizo así mismo, marcando un vericueto que a la postre encontraría lugares capitales, y exprimió los límites físicos con su juego ultraposicional que años más tarde encumbraría Guardiola (bebedor directo) con la generación Masía. El efímero y fugaz "Cruyff técnico", le dio una identidad (bebiendo directamente de la fuente Rinus Michels) a un equipo que siempre vagó sin una propia, asentándole grandeza. Y en Madrid....En Madrid nació un hito; Raúl.

 

Raúl.

Con la resaca de "La quinta del buitre", que dejó cierto aire de nostalgia, un equipo de categoría superior, pero que nunca llegó a dominar en Europa, pues carecía de la rapidez que comenzó a imperar ya por aquel entonces, recurrió a su escritor de cabecera -Valdano-. Aquella temporada (95-96), un Real Amotinado pero no caprichoso, -Valdano pidió a Cantona, Juanele y Sosa, y no le concedieron ni uno- acabo jugando un fútbol atractivo y ganador con Redondo, Laudrup, Amavisca y Zamorano.. junto a Hierro y Sanchís, que cimentaron las bases de un equipo que cumplió sus objetivos y de paso acabó con la hegemonía del "Dream Team"con mucho merito, pues la calidad era blaugrana. Pero todo eso giró alrededor de un cambio que pocos se hubieran atrevido a dar y que a la postre cambiaría la historia merengue.



Raúl Gonzalez Blanco con tan solo 17 años protagonizó la aparición que solo Valdano se atrevería a dar, el hito reseñable de la década. Y no por calidad técnica, ni excelencia física, lo cual lo hace más meritorio. Lo haría a través de  una inteligencia, una chispa y un liderazgo jamas vistos. Y es que  Raúl llegaba siempre y, generalmente, llegaba antes. Antes que el defensa, antes que el portero y antes que sus propios compañeros porque mientras todos jugaban a la pelota, Raúl jugaba al ajedrez. 

Lo que más me sorprendía al verle no era su velocidad para correr a los espacios,  como todos hacen, sino que esos espacios los creaba él mismo. Estaban vacíos esperando a Raúl. Raúl miraba a su alrrededor, veía que le podía aportar cada compañero, sus condiciones, y las explotaba buscando la solución a cada partido y cada jugada. No era un robot ni un jugador automatizado. 


Eso fue clave para acabar la obra inacabada que era "la quinta" ganando tres Champions en las que la diferencia era el 7. Aunque su sprint era lento y sus maneras mortales, su agilidad y determinación unido a su lectura de juego hicieron de él un jugador diferencial desde su aparición. Lideró. Impregnó todo lo que toco en sus años de plenitud  con ese gen ganador, ese espíritu competitivo de raza y carácter que se había perdido en Madrid y que se requiere para el triunfo en los títulos europeos, que aun hoy mantiene su esencia. Se va un jugador que cambió la historia del Real Madrid y se quedó las puertas de hacerlo con la selección, pero es que Raúl sin duda era mortal. Sin duda el inmortal de entre los mortales, que deja una impronta indeleble en el fútbol.






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