domingo, 14 de mayo de 2023

LA SILLA Y EL ESPEJO











Vuelve la Champions, y con ella ese equipo. Chamartín, últimamente, en el ensayo del día a día viene siendo un escenario deslucido y apocado. Como el semblante de sus protagonistas, que, desde su aureola, no toleran bien la constancia. Y el de los aficionados contagiados. Y el de una  grada mal acostumbrada, que sufre la reconstrucción del hastío.

A su equipo irreconocible consagra decir y por momentos mejores que peores,  ha exhibido un talante enfermizamente combativo, casi sadomasoquista ( entiéndase la expresión) en su competición fetiche. Que es su panacea. Que parece afanarlo. 
Donde su carácter es irremediablemente adaptativo sin que pueda evitar ser  discontinuo, y como lo ha sido Carlo Ancelotti a lo largo de su carrera, y no es casualidad, parece poseer ciertas cualidades etéreas. 
Como Karim. El francés se caracteriza por una actividad casi fantasmal durante muchos partidos. Demasiados. Particularmente los del campeonato doméstico, para tener, sin embargo, una presencia soberbia en lo transfronterizo. Bencema, como el escudo que porta, tiende a volverse tangible en la competición que les ha hecho legendarios.

Es una bestia que sobrealimentada permanece amansada y ausente. Como requiriendo encontrarla al rival adormilada y agazapada acechando. 
Que amenazada, al despertar, es tendente a la posición que mas peligrosa la hace; víctimizada y con sed de venganza. Que no volverá a su posición desamparada de las simpatías, hasta que sus garras vuelvan a luchar  ávidas de resarcimiento. Donde las almas combatan, como si el mundo conspirara para devolverlo a su reducto beneficioso; el de ultrajado y vilipendiado que prepara encubierto su plan de venganza. 
El papel de victima, no le sienta tan bien como el de equipo de los desheredados, que se mira al espejo, y al ver su rostro desaliñado, entiende, y solo entonces, que no puede verse a sí mismo con tal perjuicio.





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